Pasados unos días del ritmo frenético que cogió mi vida por un breve espacio de tiempo ha llegado el momento de la reflexión. Lo reconozco, lo mejor de haber escrito La ira del Fènix es la gran cantidad de comentarios que me llegan casi a diario por un medio o otro. Siempre con los pies en el suelo, eso está claro, porque me falta mucho por aprender.
Pero con lo que me voy quedar de momento, es con esa gente fantástica que se ha ido cruzando por mi vida gracias mi nueva gran pasión. Esa gente, un día desconocida y con la que de repente te ves compartiendo grandes momentos.
Ayer comentaba con un editor, (otro ejemplo de grandes personas que estoy conociendo) mis peripecias por llegar a editar mi novela, y lo que más está sorprendiendo a esta gente profesional del mundo editorial, es la cantidad de ejemplares que se han vendido de mi libro. La cantidad (que no pondré porque este no es el sitio adecuado para ello) desde luego está lejos de los grandes superventas, pero sorprendentemente para mí, parece que hay escritores consagrados que en alguno de sus libros, no han vendido tantos como yo.
Les sorprende, principalmente, porque mi editorial no tiene distribuidora, y aquí el menda se ha currado la distribución para llegar a muchos rincones de la geografía catalana.
Pero también reconozco que ese sobre-esfuerzo cansa y espero que por la crítica, y porque no, por tener la suerte que se ha de tener como en muchas cosas de la vida, me llegue la oportunidad de publicar con una editorial más completa y así me pueda dedicar, además de a mi trabajo, en lo referente a la literatura, únicamente a escribir.
Solo puedo mostrar gratitud y una emoción enorme por cada crítica que me llega. Es, de verdad, un verdadero estímulo para escribir el segundo libro, que mucha gente me reclama.
Y yo encantado de aceptar el reto de superarme con mi segunda novela, que ya se está cocinando, a fuego lento.
GRACIAS
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